Como el Gobierno del que formó parte, Griñán busca soluciones abriendo nuevos problemas. El mundo al revés. Acreditada el 20-N la pujanza del partido socialista en Andalucía sus huestes se levantan provincia a provincia, eso sí, comenzando ahora por levante, como a diario viene haciéndolo el sol. En Almería y Jaén la resaca electoral está abriendo en canal al partido socialista andaluz, esa “organización atractiva y confortable, no sólo para los militantes sino para todos los ciudadanos que trabajan por mejorar la sociedad”, que así se autodefine en su web.
En situaciones de este tipo enseguida asoman las vergüenzas, sobre todo cuando durante tantos años tantos las han exhibido con tanto descaro. Qué pueda pasar desde aquí hasta el congreso socialista, en febrero, y un mes después las elecciones al parlamento regional, no está escrito pero los augurios no les son favorables.
Manuel Chaves, presidente nacional del partido federal, y además andaluz, suplicaba en Cádiz que se dejen de historias los suyos, que no es momento de “situaciones”, como calificó las broncas entre compañeros. Mala cosa cuando los llamados incidentes se producen a los dos o tres días de la apelación a la unidad con que Griñán intentó marcar el paso de los suyos. Extraña acogida la de los mensajes del presidente andaluz entre sus propias fuerzas. ¿Qué pensarán sus menguados votantes?
Malo para la democracia porque, como sucede en la escala nacional, cuando los representantes dejan de funcionar los representados se buscan la vida en la calle, y eso es otra de las cosas que el euro no está dispuesto a pagar.
Pase lo que pase allá en marzo hoy muchos analistas juzgan como positiva una eventual mayoría de Javier Arenas con sus populares, y las razones se concentran en una: limpiarían el patio. En los últimos treinta años han surgido demasiados epígonos de Pedro Rincón y Diego Cortado, los pillos cervantinos que entonces encontraban protección en extrañas cofradías como la de Monipodio. Hoy son instituciones públicas las que con jubilaciones sin sentido y jornales sin trabajo han cobijado demasiada golfería creando una especie de omertá a la andaluza que ha comenzado a saltar por los aires. Y eso es bueno para todos, comenzando por los pillos.