Generar confianza, aglutinar apoyos sociales, asegurarse el piso para hacer efectivas las reformas necesarias son cimientos de cualquier estrategia de gobierno que requieren de cierto tiempo para cuajar. No caben improvisaciones. Ni sirven las buenas palabras de un presidente saliente cuando ha quemado cuatro meses manteniendo abierta una estéril campaña electoral.
Una vez pasado lo que tenía que pasar, la gran cuestión es saber si tendremos tiempo para que pase lo que tiene que pasar, lo que va a pasar. Rajoy y su partido tienen las llaves del poder legislativo; no se comprenden las razones por las que Rodríguez Zapatero les impida gobernar durante un mes. Con los resultados registrados el 20-N no hay problemas de definición de mayorías y minorías en las Cámaras. La Constitución establece (Art. 68,6) que “El Congreso electo deberá ser convocado dentro de los veinticinco días siguientes a la celebración de las elecciones”. Podría hacerse, por ejemplo, el próximo miércoles 30, a los diez días del 20-N; no en balde cobran su sueldo desde el día en que reciben la acreditación. ¿Por qué retrasarlo todo?
No vale el business as usual, respetar la costumbre suele ser aconsejable en circunstancias normales, pero no es el caso. El presidente electo ha de tener sobradamente diseñado su gabinete; es hora que pase de la sombra a la luz. Este país no puede estar el mes próximo como lo estuvieron el anterior la Italia de Berlusconi o la Grecia de Papandreu. Tiempo han tenido ministros y demás de empaquetar sus pertenencias, fotos familiares, agendas y otros enseres personales desde que supieron que estaban perdidos, y menos pueden servir de excusa los viajes programados por alguna ministra. ¿A qué espera el presidente en funciones para redactar otro decreto acortando los tiempos del relevo?
Está pendiente, sólo para empezar, la elaboración de los presupuestos del próximo año, misión imposible sin entrar en las cocinas del Estado; estudiar la situación real para poder cuadrar el primer programa de actuaciones. Explicar al país la verdad de dónde estamos, a dónde quiere llevarnos y cómo se propone hacerlo son cuestiones vitales para reconquistar la confianza perdida, aquí y fuera. Será lo que va a pasar… si el tiempo no nos devora.