Se van a oír demasiados dislates a partir de hoy. Como si no hubiésemos quedado servidos con lo que hemos tenido que digerir en los últimos meses. Como si no estuviésemos andando por el filo de una navaja, como si octubre no hubiera registrado 134.182 parados más, el doble que en el octubre anterior. Como si ya nos cegara la luz de la salida del túnel.
Lo malo de las campañas como la que hoy comienza es que la mayor parte de los corredores, quienes saben que no tocarán poder, se sienten con la libertad de soltar lo que les viene en gana. Total, por decir que no quede, y así se acomoda cualquier salida de pata de banco.
Esto, que hasta ahora venía siendo privativo de las candidaturas testimoniales, como IU, y que se podría inferir de las nacidas con vocación de bisagra, como UPyD, parece haberse extendido hasta el partido del gobierno actual.
El empeño de su candidato a la presidencia en visitar Bruselas y decirles cómo se resuelve la crisis es casi tan patético como el de personajes que habiendo perdido en las últimas elecciones –como el ex presidente de Cantabria- o ganado –el presidente de Asturias- dicen “ahora nos van a oír en Madrid”. Lo de Pérez Rubalcaba, es de mayores ambiciones; entre idas y venidas de Papandreu, quiere que le oigan en Bruselas para explicarles que la austeridad no es solución sino parte del problema; y que para empezar a resolverlo, se lean la historia del segundo Roosevelt y la crisis del 29. Sin llegar hasta lo de la II Guerra Mundial, claro.
Un remake de la vieja anécdota del periodista español que en los años centrales del franquismo entró una tarde muy agitado en la redacción del periódico y con altivo gesto arrojó su artículo semanal sobre la mesa del director mientras avisaba: “Mañana se van a enterar en la Casa Blanca; va bien servida”. Por cierto, el periódico no era el Washington Post sino la humilde Hoja del Lunes que la asociación de la prensa madrileña editaba para descanso dominical de sus afiliados.
En el campo de los nacionalistas, por el contrario, de momento reina la prudencia. Casi todos temen perder votos, unos por un lado y otros por el otro; sólo Amaiur está seguro de ganarlos, y para ello la versión política etarra requiere de más prudencia que ningún otro. Ya hablarán, y alto, tras las elecciones, conseguido el grupo parlamentario que este gobierno les ha puesto en bandeja. Ese es el gran éxito pacificador de su último vicepresidente ministro del Interior, el candidato Pérez Rubalcaba. Así lo proclamó esta semana en Lugo su presidente, buen conocedor de la materia, “trabajando a su lado en lo que hemos trabajado”. Si lo dijo Rodríguez Zapatero…