¿Qué resulta más chusco, la declaración que ayer hacía a través de ABC el presidente de la comunidad canaria o la salmodia socialista de que Rajoy no tiene programa?
Lo de Rivero es todo un homenaje a la sinvergonzonería aplicada a las artes políticas: pactaremos con el que gane. He ahí un monumento a la coherencia, a la firmeza de principios. Como la veleta, los regionalistas canarios estarán con el viento dominante, sople de babor o estribor, qué más dará… ¿Acaso hay algo más firme que el abrazo entre veleta y viento?
El principio es claro: siempre con el poder. Otra cosa es la honestidad, pero no es ésta moneda que curse con facilidad tras el paso por el Gobierno de la Nación de la última generación socialista. Y para colmo, como haciéndose valer, el señor Rivero habla de Canarias y de España con el mismo tuteo de los nacionalistas catalanes: ¡ay de España si se equivoca con Canarias! advierte. El colmo, vamos.
Pero la monocorde consigna socialista sobre el programa de los populares, más que asombro produce una extraña mezcla de sentimientos que van desde la hilaridad a la nostalgia. Acostumbrados a vender programas sin ton ni son para hacer con ellos capirotes, como año tras año han hecho con las leyes de Presupuestos, no es de extrañar que reclamen a Rajoy un programa. Sólo les falta añadir: cualquiera, el que sea; a usted qué más le da…
Si cada día que pasa –y quedan cuarenta y uno hasta las elecciones- salta un nuevo agujero negro en las arcas estatales, regionales, municipales, de la seguridad social, cajas de ahorro, y hasta de los restaurantes de postín; es decir, sin poder saber con qué se cuenta, no se entiende el rollo isócrono que todas sus terminales despliegan. ¡Pero si al candidato, que es quien tiene todos los datos, sólo se le ha ocurrido subir los impuestos del tabaco, la ginebra y el whisky!
Lo único serio que hasta el momento se ha oído en esta larga introducción al cambio han sido palabras como: “Yo me comprometo a trabajar por la concordia entre españoles”. Las dijo el presidente popular este fin de semana, después de que “en los últimos años se ha pretendido forzar a los españoles a elegir entre bandos y trincheras”, como siguió diciendo.
Llevado a la práctica, ese talante anuncia todo un programa revolucionario. En situaciones como la que el país atraviesa, lo sustancial es cómo afrontarla; ahí radica el cambio que condicionará los quehaceres concretos de la legislatura. Algunos ya han sido anunciados, como el restaurar la composición original del Consejo del Poder Judicial y el recurso previo de inconstitucionalidad. Pero los referidos a las cosas del comer seguro que necesitarán de un ejercicio previo de corresponsabilización ciudadana que ojalá se plasme en un gran acuerdo nacional más allá de ocurrencias demagógicas. Eso es lo que la realidad exige; déjense de coñas. Así comenzaríamos a estar al otro lado de la crisis.