“Ganar unas elecciones da derecho a gobernar, pero no de cualquier forma; confiere la oportunidad de cumplir un programa, pero no sin negociarlo”… porque “El poder democrático es poder del pueblo, del pueblo entero y no simplemente de su mayoría”.
Lo tiene escrito el portavoz de los populares, Esteban González Pons en su libro “Camisa blanca” ayer presentado en Madrid. Si esa es la mentalidad con la que el nuevo gobierno sube al poder, es una buena noticia.
Porque este país necesita responsables políticos conscientes de que la democracia, como también dice González Pons, debe satisfacer expectativas plurales de millones de individuos que tienden a distinguirse unos de otros para auto identificarse.
La realidad es que en lugar de tratar de cohesionar, de tender puentes de entendimiento, de dialogar sin prejuicios, el gobierno socialista de salida ha profundizado en las diferencias hasta crear frentes en el seno de una sociedad que se desvertebra, se deshilacha víctima de radicalismos sin sentido ni sensibilidad.
Es urgente reparar tanto destrozo, limpiar los malos humores creados por el paso del gobierno más irresponsable que la democracia ha parido. Por eso es importante la vuelta al centro.
La actualidad no resiste el corsé de las ideologías de clase; hoy más que ayer es cierto aquello de Ortega de que “Ser de izquierdas es, como ser de derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral…”
Hay que reencontrarse, dialogar, buscar comunes denominadores que liberen las capacidades del país; hay que activar las energías disponibles al servicio del bienestar común. Porque hoy todo es más diverso, más complejo y sutil como para resolver los problemas a golpe de propaganda, de prejuicios, de seguridades ridículas sin anclaje en un sistema de ideas coherente.
En fin, lo opuesto a los desvaríos sufridos en los últimos años, que dejan un país éticamente asolado, económicamente arruinado y dividido interiormente por la falta de un horizonte común. El centrismo significa hablar, hablar y hablar, desterrando la mentira, la demagogia y marrullerías que fomentan la ruptura, cuando no el odio entre españoles.
Este sería el resumen de las palabras que pronuncié ayer tarde en la presentación del libro de González Pons. A la salida constaté hasta qué punto el presidente del Gobierno y su vicepresidenta fueron ninguneados en Bruselas. No consiguieron ni uno de los objetivos que tenían encomendados. Enterarse a estas alturas de que nuestro sistema financiero es, tras el griego, el peor capitalizado de la UE tiene bemoles. Y aún quedan dos meses de incuria gubernamental…