Lo decíamos ayer: pensaron que el final de la banda terrorista podría justificar un gobierno, y así Pérez Rubalcaba y Rodríguez Zapatero han estirado hasta lo posible, por si lo imposible llegara a suceder, la convocatoria de unas elecciones que debieron haberse celebrado hace meses. Y como no podía ser de otra forma, esa ensoñación se materializó ayer en las palabras del presidente después de llevar al Rey el cierre de la legislatura.
El espectáculo montado el fin de semana para escenificar la adhesión de terroristas en prisión y ya liberados al llamado acuerdo de Guernika lo calificó el presidente de “paso importante que hay que valorar con prudencia”. El papel de policía malo lo jugó el fiscal general, calificando de intolerables las reivindicaciones de los presos sobre su situación. Y el presidente cerró dialécticamente la cuestión al añadir que a partir de ahora corresponde hablar a los candidatos.
Lo que podría significar que ahí queremos ver a Rajoy descalificar ese paso de los etarras -¿rechaza acaso la paz?- para que Rubalcaba repregunte si será porque lo ha conseguido este gobierno socialista en el que ha tenido el honor de desempeñar la cartera de Interior… La misma táctica jugaron con la resurrección del impuesto sobre el patrimonio: ¿por qué no quiere Rajoy que paguen más los que más tienen?
En esas pierde el tiempo el candidato gubernamental, cada vez más aficionado a los chascarrillos, mientras el opositor desgrana como quien no quiere la cosa los principios de un programa que suena bien centrado sobre la situación.
Ojalá mañana mismo los terroristas entregaran armas y bagajes. Alguien habrá que preferiría que ello sucediera dentro de unos meses, pasada la campaña electoral; no me cabe duda, encaja en el margen de desvaríos tolerable en cualquier sociedad. Pero suponer que así piense la mitad de los electores es propio de mentes enfermas, de gentes que han llegado a ver en ETA el clavo ardiendo al que colgarse en su caída al vacío.
Por cierto, el “Acuerdo para un escenario de paz y soluciones democráticas”, que ese es el título oficial del llamado acuerdo de Gernika, no es ni representa el final de nada. Lo pueden comprobar pinchando aquí mismo.
En efecto, no es ni representa nada el tan traído y llevado «Acuerdo de Gernika» Parece que no tenemos memoria: La amnistía del 78 fue un error imperdonable de la clase política vigente por aquel entonces. Lo tienen muy fácil: En vez de gastar tanta energía en la agrupación de los presos lo que tienen que hacer es demandar la entrega de las armas a los «chicos» como les llamaba P.Arzallus.
Saludos y esperanza de que termine ésta pesadilla de ya medio siglo.