La política deja de ser un arte cuando sus protagonistas se vacían por alcanzar el poder sin saber qué hacer con él; cuando cae en manos insolventes. Es lo primero que me vino a la cabeza después de una larga ojeada sobre el libro que ayer presentó Mariano Guindal en Madrid. “El declive de los dioses” es un magnífico reportaje sobre los protagonistas de la Transición española, de hechos y de personas. Comienza por el asesinato del almirante Carrero, presidente del penúltimo gobierno franquista en diciembre de 1973, y se cierra en mayo de 2011 con el final de la era Zapatero.
Guindal comienza optimista el epílogo a los cuarenta años revisitados: “Una idea clave sobresale por encima de las demás, y es que España siempre ha salido reforzada de todas las crisis”. Pero en seguida el optimismo se torna escéptico: “Nada volverá a ser como antes”; “Sabemos que tenemos que hacer algo pero no sabemos muy bien qué”. Y concluye nostálgico apelando a la generación del relevo: “El futuro les pertenece como nos perteneció a nosotros en los setenta. Es ley de vida”.
Mucha información contienen las 500 páginas en que este reportero –así gusta definirse Mariano Guindal- ha condensado vivencias directas o referidas por los protagonistas de hechos relatados. No es un relato novelado; tiene el interés del gran reportaje escrito desde el consejo que Pepe Oneto le dio al comenzar su carrera: la objetividad no existe, trata de ser honesto.
Y de esa historia que entremezcla finanzas y política, héroes y villanos, surgen protagonistas que continúan al cabo de los años brillando con luz propia. Son aquellos que cogieron el poder para hacer, no para estar; al margen de que el éxito o el fracaso remataran su empeño. Brillan quienes buscaron abrir vías de convivencia, y por ello se la jugaron. Brillan quienes trataron de superar ese pensamiento cínico de que en la oposición se esgrime la moral, y en el poder la política.
El realismo es creer en los milagros pienso al recordar aquellos años, que yo también viví y muy de cerca.