Los medios oficialistas airean como modelo la generosidad del gran especulador y filántropo que dice arrepentirse de que su secretaria pague más impuestos que él. No hablamos de nadie de aquí, obvio. Ha sucedido en los Estados Unidos, el arrepentido es Warren Buffet, quizá la tercera fortuna mundial, tras Carlos Slim y Bill Gates. La de Gates salió de Microsoft; a Slim buena parte le llovió del gobierno mexicano en forma de teléfonos, y Buffet construyó su imperio desde Berkshaire Hathaway, especulando con cabeza y contra el mundo entero.
El caso es que el presidente Obama, tras el fiasco provocado por el plan que presentó a las Cámaras hace dos semanas, ha guiñado su ojo izquierdo a los electores hartos de tanta indecisión y, como aquí está pasando, se ha lanzado por la pendiente de que los ricos han de pagar más. Pendiente razonable donde las haya, ciertamente, que para eso se inventó la progresividad impositiva.
Y entonces, como corifeos de tragedia griega, el candidato socialista y amigos arriman su sardina a aquella ascua, como si a la maltrecha presidencia norteamericana se le hubiera pasado por las mientes imponer allá un gravamen sobre el patrimonio.
¿Por qué tanto falseamiento de la realidad? Dicho de otra forma, ¿por qué no pecha el candidato socialista con la proclamación de que hay que subir el IRPF? Porque es de la renta de lo que habla el Obama acosado tanto por el déficit como por Hillary Clinton, su secretaria de Estado que las cabezas del partido demócrata comienzan a planificar como candidata a las presidenciales del próximo año.
Ni Pérez Rubalcaba es Obama, ni Chacón es Clinton, pero…
Seamos serios. Como ayer decía en este periódico Luis de Guindos, “los impuestos para los ricos siempre acaba pagándolos la clase media. Y lo que hay que hacer en España no es poner nuevos impuestos, sino generar empleo, actividad, demanda, consumo e inversión para que así se generen ingresos impositivos.” Y preguntado el quizá futuro ministro sobre si en vez de crear nuevos impuestos no habría que bajarlos, respondió: “Ahora es más importante reducir el déficit que bajar impuestos”.
Alegrías, ni una.