Final de ciclo. El pensamiento está presente en todas las esferas de la Administración central, y supongo que de la andaluza también. Se ha instalado la interinidad. “No te esfuerces, si total en ocho meses ya estaremos fuera” se oye en muchas instancias. Vuelve la tristre imagen de las cesantías que provocaba el turnismo de la restauración, hace ahora siglo y cuarto. Como si el amiguismo y no la profesionalidad hubiera vuelto a imponerse como criterio de selección de los cargos altos o puestos de confianza.
Es lo propio de los administradores incompetentes. El país ha sufrido el paso por el Gobierno del peor equipo posible. En todos los órdenes, desde el técnico hasta el ético.
En nuestra reciente historia democrática nunca tantas cuestiones básicas fueron puestas en peligro simultáneamente. Desde los cimientos de la convivencia civil hasta el estado de bienestar; desde la capacidad de crecimiento y generación de trabajo hasta la estabilidad institucional.
Cualquier avance promovido, como en la lucha contra la discriminación de sexos, ha dejado cadáveres por las esquinas. Suele ocurrir cuando se las cosas se acometen “en contra de” más que “en pro”. La historia de estos siete años arrancó con el llamado “pacto del Tinell” y se cierra con los nacionalistas vascos soplando las lacias velas de un Gobierno terminal como gran solución para la estabilidad del país y su lucha contra la crisis.
Hoy buena parte de los ejecutivos públicos están volcados en dejar sus departamentos como una patena, dicen. Malo no es si las operaciones de limpieza fueran efectivas, pero entre tanto ¿quién se ocupa de las tareas teóricamente encomendadas? “Para ocho meses que nos quedan aquí…”
Sería deseable, y posible es, que una vez formalizada su designación este mismo fin de semana, el candidato abandone el banco azul y pida a su secretario general y presidente de Gobierno que ponga fin a este despropósito de prolongar la legislatura muerta. Porque muerta está, y la excusa de las reformas pendientes tiene ya tan poco valor como aquella revolución pendiente de los “ismos” que empedraron el pasado siglo: fascismos, comunismos, anarquismos…