Lo que está ocurriendo acusa la carencia de liderazgos. En plural, porque plural es la sociedad y diversos los puntos de refererencia que sus miembros reclaman. Sumergidos en la crisis del paro y de valores como la honestidad, unos buscan horizontes en los que apuntalar la esperanza de un futuro mejor; otros, tal vez anclajes para recuperar la seguridad perdida en un contexto de incertidumbres. Jóvenes y mayores, cada uno a su estilo, están reclamando otra forma de hacer política. El vuelco electoral del 22-M es una manifestación rotunda, mucho más clara que el aparatoso movimiento 15-M, que también.
Nuestras estructuras políticas no son terreno abonado para el cultivo de líderes. Agotados los afanes de quienes protagonizaron el nacimiento de la democracia, los partidos hoy no cumplen a cabalidad el ser “instrumento fundamental para la participación política”, que es el papel que la Constitución les encomienda. Cuando, por las razones que fuesen, millares de ciudadanos se desgañitan “no nos representáis”, algo está ocurriendo.
Quizá parte de la explicación radique en el incumplimiento del mandato constitucional: “su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”. Cuando eso no ocurre difícilmente pueden servir como “instrumento fundamental para la participación política”.
Ayer mismo, en Extremadura, los miembros de IU dieron ejemplo insólito de democracia interna al negarse a pasar por el aro dibujado desde la organización central. Su actual dirigente, Cayo Lara, ejemplificó igualmente lo que no es un líder. Y en sentido contrario reapareció el ex secretario general del PCE y coordinador de IU durante once años, Julio Anguita, para animar a que sus compañeros sean libres y se dejen de complejos, porque lo de todos contra la derecha es una estupidez.
La burocratización hace que los partidos generen burócratas. Y está por ver que los burócratas sean capaces de abrir vías por las que unos y otros puedan circular a gusto. Pero que de un pandemonium como el 15-M salga una idea de gobierno sería, simplemente, un milagro. Y si la primera idea que se les ocurre es armar una huelga general, es como para mandarlos a tejer puñetas. Elecciones, no; huelga general; tiene bemoles.
Como al presidente que en siete años ha logrado convertir este país en un erial. Paradigma del anti líder, capaz de apoyarse en Madrid sobre el partido nacionalista que es su oposición en el País Vasco, y todo ello para seguir haciendo como que hace y no convocar elecciones. Así llevamos ya veintiocho días perdidos.