Ni El País encuentra una razón para defender el rudo empeño de Zapatero en no celebrar las elecciones en otoño. El número de la convalidación del decreto ley sobre la negociación colectiva es una más del centenar de señales negativas que está emitiendo nuestro país. El eco es inmediato; no hay mas que ver la caída del IBEX 35 hoy.
En serio, ¿nadie le va a decir ya que deje de jugar con las cosas de comer? ¿Que la escalada del diferencial sacude la financiación de cualquier actividad emprendedora? ¿Qué los tiempos no están como para que el consorcio Talgo-OHL-Indra vea cómo los franceses se vuelven a merendar el pastel del AVE saudí porque su Gobierno trabaja? ¿Que en Bruselas ya están hartos de oirle hablar de sus reformas sin que ninguna esté efectivamente en marcha?
No lo van a hacer los anónimos indignados; reservan sus capacidades para arruinar los primeros cien días de Rajoy. Los nacionalistas, únicos soportes que le restan en la Cámara, tampoco; siempre tendrán una propuesta que sacar adelante para desatornillar un poco más las cuadernas del país. Ayer fue la unidad de mercado con lo de los convenios regionales, mañana cualquiera sabe. La oposición, o sea el PP, de tanto decirlo está a punto de afonía, y otra cosa -la moción de censura- no es planteable.
¿De dónde puede llegar la señal que espera para irse? No veo más que tres únicos pitos por chiflar:
El primero, los grandes del IBEX; son los creadores de empleo con mayor capacidad de presión conjunta. Y ya se han enterado de que el “más vale que éste acabe de quemarse con las reformas impopulares y deje al otro el campo despejado” no vale; el campo cada vez tiene más minas.
El PSOE sería el segundo; tienen en la mano forzar su dimisión -como hicieron con la candidatura electoral- para que Rubalcaba como vicepresidente convoque las elecciones generales, incluso tomándose un par de meses para alcanzar cierto aire presidencial.
Y el tercero, el propio personaje. Ciertamente no ha emitido una sola señal de grandeza, ni siquiera de respeto por sus compañeros y por el sentido histórico del partido que ha arruinado. Qué puede instarle a tan extraña contumacia, más allá de empatar con Aznar y González a legislaturas cumplidas hasta su final, es un misterio. Porque ha probado que las urgentes reformas por las que un día sugirió que se inmolaría en el servicio a España son meras patadas a seguir, que dicen en el rugby. No parece que este tercer pito suene; es más, una sagaz analista sostiene que el personaje está convencido de que hace lo que debe; y además, bien.
En fin, en esas andamos. Menos mal que en la vida hay muchas cosas más que la reunión en Bruselas del consejo europeo y demás zarandajas. Por ejemplo, vivir el día de hoy en Toledo, donde se celebra por todo lo alto la fiesta del corpus. Hasta se olvida el que llevamos ya treinta y un días perdidos.