Sin leyes que tratar ¿por qué el presidente del Gobierno no cierra ya la legislatura y convoca a elecciones? La propuesta del presidente del Congreso, reducir las sesiones plenarias de tres a dos medios días a la semana, habla por sí mismo de lo absurdo de la situación política.
La realidad es simple: el Gobierno no puede sacar una Ley en el parlamento –el último fiasco, la de Pajín-; trampea su subsistencia con apoyos espurios de minorías nacionalistas; no explica para qué quiere ganar tiempo; no tiene capacidad para proponer nada a los agentes sociales -el caso de la demandada regulación laboral va a ser su canto del cisne-. Y como el encargado de mantener el orden es el candidato del partido no se atreve a limpiar las plazas ocupadas por manifestaciones ilegales que llegan hasta el Congreso.
Esa es la realidad, o parte. Queda otra, tan grave o más aún. Como Bono hizo hace un par de días, el país cantará la gallina en menos de dos meses sobre el déficit público hasta ahora oculto. No valdrán entonces reclamos de seriedad ni apelar a ese extraño concepto de patriotismo alumbrado hace tres años para acallar las llamadas de atención sobre la crisis que se nos venía encima.
España no es el PSOE; los avatares de su candidato no pueden marcar la agenda del país. Así esperan seguir hasta el cierre en julio de las falsas primarias, la conferencia federal de septiembre, y de ahí en adelante lo que sea menester.
¿Y al resto de los españoles qué nos importa? El caso es que ya llevamos diecinueve días perdidos.