No nos lo merecemos. Tras el varapalo sufrido, el todavía presidente dijo tan fresco que pensaba seguir asumiendo el mandato recibido, como si ayer, 22 de mayo de 2011, nada hubiera pasado; como si una inmensa mayoría de españoles no hubiera dicho “hasta aquí hemos llegado”.
El partido socialista ha perdido un millón y medio de votos, cifra equivalente a la de los ganados por los populares, que ahora le superan por dos. Pero el personaje no se da por aludido. Echa la culpa a la crisis, no a cómo la ha gestionado. Ese “la crisis es culpable” me recuerda a aquel otro “Rusia es culpable”. Autocrítica, la mínima: no han sabido explicarse. Toma nísperos, que decía Campmany.
Sus barones han perdido; todos. Sólo el pacto con IU puede salvar la presidencia del extremeño Fernández Vara, pese a haber dejado por el camino 60.000 votos, los que el PP ha recogido, y tener dos diputados menos, que hubieran sido tres de no haber distraído UPyD siete mil votos, el 1%, a la mayoría de los de Rajoy. Extraño papel el de la bisagra de Rosa Díez.
Los resultados en los ayuntamientos andaluces atestiguan el cambio de ciclo. Y en el de Barcelona, y de Córdoba y tantos otros. ¿De qué mandato habla pues? Tres años son una eternidad en política, y cinco millones de parados, un drama insoportable. Todo ha cambiado, pese a lo cual tiene el tupé de proclamar que seguirá al frente de “las responsabilidades y obligaciones que tiene encomendadas por la ciudadanía”. Será la paraguaya, porque lo que es la de aquí…
Me ratifico en lo dicho anteayer, “la solución está en manos de quienes pueden decirle con autoridad que con las cosas de comer no se juega. La mayoría de nuestras grandes cotizadas está salvando con sus negocios en el exterior lo que pierden en el mercado nacional. O sea…”
Resolverlo, es decir terminar con esta pérdida de tiempo que está degenerando en pesadilla, sólo vendrá por la presión de quienes pueden ejercerla. Pero, de verdad; no la de esos 3.427 ciudadanos que vivaquean en la plaza de la Puerta del Sol. Es decir, de los que tienen la sartén por el mango, y el mango también, como cantaban en aquel “Tartufo” que versionó Enrique Llovet y Marsillach interpretaba en 1969 en el teatro madrileño de la Comedia; los que acabarán diciéndole: ¿Pero dónde vas, hombre de Dios?
Todo llegará; al tiempo. Este sin vivir no durará un año más.