Carlos Alberto Montaner, escritor, uno de los columnistas clave de Latinoamérica, hasta seis millones de lectores semanales, sigue dándole vueltas a cómo Cuba puede vivir en libertad. La transitoria inmortalidad de los Castro supera las previsiones avizoradas en algunas de sus obras, y así ha revisado a fondo su Viaje al corazón de Cuba.
Cambia todo, sólo los Castro permanecen, y el tiempo pasa sin que asome la apertura desde la que articular seguidamente una transición pacífica. Bastaría, sostiene Montaner, con liberar los derechos de asociación y de expresión, ambos figuran en la Constitución castrista, y, naturalmente, liberar a los presos políticos y mandar parar a la policía política. Sólo a partir de ahí los once millones de cubanos residentes en la isla podrían expresar sus opiniones y organizar su transición a la democracia.
Carlos Alberto Montaner, que vivió en Madrid la española durante los 70 y sigue con la cabeza puesta en Cuba, piensa que cada transición es diferente; lo fue la española de la soviética y ambas de la chilena, por ejemplo; y que en todas hay grandes dosis de improvisación. Pero para que sean exitosas quienes detentan el poder han de ser conscientes de que los otros tienen derecho a existir y a particiar en la vida pública.
Este parece ser el consenso dominante en la otra orilla. En el interior, tarde o temprano las penalidades del sistema irán cuajando ansias similares a las que asolan los regímenes de la cuenca sur mediterránea. ¿Alcanzará tanta luz a la actual dirigencia cubana?