Alienación en marchaLa encuesta dice que el personal está más agobiado que nunca por el paro, economía, Gobierno, políticos y demás desgracias concurrentes. Pero da la impresión de que la sociedad sigue adelante tan campante aunque no tenga idea de hacia dónde.
Cuál sea la adormidera es un misterio. Las hay de muchos tipos; en la mili, que yo sí la hice, sentí algo parecido. Lo recordé el martes viendo a la sra. Chacón dándose un homenaje porque que ya no hay tal mili. Se la cargó el presidente Aznar por una llamada Ley de Personal de las Fuerzas Armadas de 1999. Pero volvamos a la historia.
El capitán Aramendía, así se llamaba el mando de mi compañía, era un artillero que entre horas se enfrascaba en libros de matemática superior. Buen tipo. Una tarde, desfilando por la campa de Araca en la que pocos días después juraríamos la bandera, él al frente, se volvió y ordenó seguir silbando no sé qué, quizá lo del puente sobre el Kwai. Lo que recuerdo como si fuera hoy es el efecto que produjo en la tropa la conjunción de los compases silbados y el redoble de dos cientas botas golpeando el suelo al unísono. Mi escaso militarismo me hizo saltar de aquella especie de hipnosis cuando marchábamos ya hacia el final de la pista. “Si esto fuera un portaviones, me dije, nos precipitaríamos todos al agua detrás del capitán; ¿en qué demonios estoy?”.
Las altas dosis de alienación que la milicia requiere son letales para la vida civil.
Los vecinos del sur se matan en guerras y revueltas; los de al lado, a punto de la quiebra; nuestro crédito, cada vez más caro; el sistema financiero, sediento, y el otro generando parados sin parar. Con este panorama, el que manda juega a las adivinanzas -me presento o no-; su vicepresidente, a seguir siéndolo aunque nadie sepa para qué; el ministro encagado de las obras, a planificar cómo se presenta el presidente, dónde y cuándo; la del presupuesto, a hacer el ridículo la pobre; los sindicatos pagados con nuestros impuestos, a parar el tráfico aéreo y hundir el turismo, hoy nuestro único sector generador de empleo.
Y por si todo fuera poco, la UE nos abre expedientes por chorizos; Andalucía se redescubre como la cueva de Alí Babá; en cosa de pocos meses Asturias y alguna más caerán en las mismas, y eso sí, en Cataluña siguen entretenidos autoconsultándose sobre su propio ser.
No sé si unas elecciones generales arreglarían algo; sobre lo que no cabe duda es que con esta tropa nos vamos todos por el sumidero. ¿Qué pasaría si dejáramos de pagarles los sueldos? Sí, eso que se llama insumisión civil.