Ya saben: “No hicimos la revolución para traer la democracia”. Lo dijo Ahmadineyad en Die Zeit, y como prueba en siete días dio la vuelta a las urnas. Fue en las últimas elecciones. En la primera ronda quedó ligeramente por debajo de Rafsanjani ambos en torno al 30%. Una semana más tarde se produjo el milagro en Teherán y Mahmud Ahmadineyad cosechó más del 60% de los votos.
El personaje comparó esta mañana la situación política de España con la de Irán. Estrafalario como Castro, no tuvo más que una respuesta a cuantas preguntas le hacía para la Televisión Española Ana Pastor, convenientemente velada: ¿Quién apoyaba a estos dictadores, quiénes vendían 60.000 millones a estos gobiernos?
Occidente no debe intervenir en Libia dijo, despues de sugerir que los gobiernos tienen que respetar los derechos del pueblo.
Y lo más grande: “El pueblo europeo es el más reprimido por la tiranía del mundo; son prisioneros de los partidos políticos y éstos están controlados por el sionismo”.
Ahmadineyad pertenece a ese selecto club de caudillos en que los Castro, Hugo Chávez y Gadafi toman el té asistidos por otros dictadores de menor cuantía pero todos debidamente atendidos, los Ortega, Morales, etc. De vez en cuando reciben a sus admirados pares chinos e incluso visitan a los rusos. Eso sí, el presidente iraní tiene que hilar más fino que sus consocios, ya que por encima de él está el Jefe Supremo de la Revolución y de la Guardia Revolucionaria, magistratura en la que Alí Jamenei lleva ya 22 años.