Probablemente a Rodríguez Zapatero, en caída libre ante el electorado, ya sólo le importe asegurarse los votos de las minorías para llegar hasta el final. O al menos alcanzar ese punto de no retorno en que resulte poco menos que imposible retirar su candidatura a las próximas elecciones, como Felipe González ha advertido.
En ese afán por rebañar escaños, a los de CiU podría sumar en dos meses más los del PNV. Sólo tiene que eliminar los obstáculos judiciales para que batasunos y etarras puedan presentarse a las próximas elecciones locales.
La insólita capacidad para reinventarse le permite al presidente del gobierno español decir una cosa y la contraria en veinticuatro horas y siempre con la misma solemnidad.
El stop al endeudamiento de los gobiernos regionales que exhibió ante la canciller alemana saltó ayer por los aires cuando levantó la barrera al presidente de la Generalitat catalana para refinanciarse por cerca de 800 millones de euros (mil millones de dólares). Ante el escándalo que propios y extraños montaron por tamaña informalidad, doce horas después manifestaba en el Congreso de los Diputados que el grifo estaba abierto para cuantos tuvieran sed.
De momento no consta reacción de los vigilantes europeos que le aconsejaron un poco de seriedad con el déficit público.