“¿Por qué se lo pediremos?, porque es razonable”. He ahí la razón de la subida de impuestos en boca de su propio autor. Lo del presidente del Gobierno -¿hasta cuándo?- es cada vez más sorprendente. Se supera a sí mismo como no constan precedentes en la historia de las naciones. Sube los impuestos porque es razonable. No los sube en función de una estrategia definida; sólo para tapar la boca a la izquierda cuyos votos trata de rascar. No los sube en la cuantía precisa para afrontar tal o cual agujero; sólo porque hay que hacer que algo se hace cuando ha metido al país en la peor recesión de su historia reciente. Al tiempo.
Mintió hace pocos meses asegurando que no los subiría. Mintió hace un par de días queriendo tomar tiempo tras el globo sonda lanzado por su ministro de Fomento. Miente ahora cuando afirma que sólo tocará la cartera de los ahorradores con activos financieros. Al tiempo.
Con eso, y quitando a los llamados “ricos” la insólita subvención de los 400 euros para apañar votos en las pasadas elecciones, no va a ninguna parte. Mejor dicho, va de mal en peor. Un primer ministro no tiene por qué ser experto en política económica, pero ha tenido tiempo para comprender que los euros que apañará por esta vía los perderá en la menguante recaudación global del sistema. Al tiempo.
Y además tiene el tupé de decir solemne y desde Suecia, que las ref ormas se harán por Ley. Lo que faltaba. Que no perdiera las cuatro tardes que Jordi Sevilla le recomendó dedicar a la economía, pase; pero no tiene pase que el profesor de derecho constitucional, que al parecer lo fue en León no aprendiera que las de impuestos fueron precisamente las primeras leyes de los primeros parlamentos. Para los ciudadanos la cuestión es más seria que la TDT.