Y entra ahora en escena el de Justicia para decir que al Estatuto catalán hay que aplicarle el mismo principio que a los sospechosos; ¿por qué negar al Estatut la presunción de constitucionalidad? No consta que la ocurrencia se debatiera en el sínodo socialista del sábado último; en realidad sólo consta que no se debatió nada.
El único debate es el que enfrenta al otrora grupo amigo con la presidencia, pero éste no traspasa las bambalinas de los medios. El poder se siente asistido por la gracia de algo o alguien tan poderoso que todo le resbala, por fuerte que se torne la discusión. De aquella portada dominical con la llamada de socorro “El país a la deriva”, ilustrada por un zangolotino con el timón entre manos, han pasado en una semana a lindezas como llamar funámbulo al mismo timonel, ahora descrito como un veleidoso promiscuo de geometría variable que practica la bigamia más versátil y voluble para mantenerse en el poder. Homérico.
Que un ilustre colaborador del primer diario del país, durante años debelador implacable de la oposición, siga hablando de la adúltera estrategia y del presidencialismo centrífugo de Rodríguez Zapatero sería grave si este país tuviera una sociedad libre y educada, raíces éstas, la libertad y la educación, de una opinión pública responsable. Pero nada ocurre; la sociedad de nuestros días, adormecida por las subvenciones públicas está engolfada en los reality-shows. Y así van las cosas.
La secretaria de organización socialista salió del cónclave del último fin de semana asegurando que” juntos y juntas” de esta crisis acabaremos saliendo si confiamos en el gran timonel y haciendo oídos sordos a los cánticos de sirenas, del Consejo de Estado y de la Comisión Nacional de la Competencia.