El Gobierno español no explicará la expulsión de Cuba de tres agentes del CNI. Ni tampoco la detención el 14 de febrero de otro, cubano de nacionalidad y contratado por el gobierno de Ibarreche para la promoción allí de empresas vascas dada su amistad con el defenestrado zar económico Carlos Lage.
Sería conveniente conocer la relación entre la detención de Conrado Vázquez el 14 de febrero en el aeropuerto de la Habana, la destitución fulminante a los 17 días de dos estrellas del gobierno cubano, Lage y Pérez Roque, y la expulsión la pasada semana de nuestros tres espías. Sí, sería conveniente.
La cuestión es políticamente relevante para los intereses españoles. No sólo para los económicos implicados a través de las empresas que allá operan; también para los intereses generales, esas razones que deberían mover la política del Estado.
Los datos apuntan a que Carlos Lage, hasta el 3 de marzo virtual primer ministro de Cuba, y Pérez Roque, ex secretario personal de Fidel antes de acceder a la cartera de Exteriores, fueron fulminados por Raúl/Fidel tras ser revelados los inmisericordes comentarios que ambos hacían en la casa de recreo de Conrado Vázquez.
¿Quién informó a las autoridades cubanas de aquellas desenfadas noches de copas en Matanzas?
Descartado que nuestro presidente hubiera querido ganarse la confianza de los Castro, la hipótesis más sencilla es que Vázquez trabajaba a dos bandas, para el CNI y el G-2 cubano, además de cobrar del gobierno vasco. Otra, que el G-2 se hubiera infiltrado entre los agentes españoles en la isla, o lo esté en la central del CNI en Madrid. Contemplar la intervención de terceros, la DGIM venezolana, como en su día barajó el ex canciller mexicano Jorge Castañeda, nos complicaría aún más el panorama.
¿Tendremos nuestro servicio de inteligencia trufado de socialismo del siglo XXI?