Y emitido el exabrupto sobre la Corona, el nazionanista quedó feliz. Como feliz debió de quedar la semana anterior el vicesecretario general del partido en el Gobierno cuando echó en falta más sangre en Mumbai; sin olvidar a los estrategas gubernamentales que trataron de abrir el proceso Guantánamo al gobierno Aznar, y a los de otras tantas estupideces con que venimos desayunándonos últimamente.
¿De verdad serán estas las armas secretas de Rodríguez Zapatero para afrontar la crisis? Porque los actores que copan los escenarios de la vida nacional, incluida la SGAE que alimenta a la farándula adicta, sirven los mismos intereses del extraño partido que ampara incluso a personajes como el alcalde de Getafe.
¿En qué está cayendo la vida política nacional? Este país no se merece tanta insensatez. Quienes cobran por gobernarlo parecen empeñados en distraer la atención con señuelos cada vez más estrafalarios. Lo de la memoria histórica no fue suficiente; todo tiene sus límites y al fin y al cabo esto no es la Argentina de las madres de mayo.
¿Hasta cuándo el uso alternativo del derecho y demás burlas de la constitucionalidad vigente? La política de los gobiernos de Rodríguez Zapatero, y no cabe echar en olvido su campaña pertinaz contra las bases religiosas de esta sociedad, está produciendo una especie de anorexia social que será más difícil de curar cuanto más tiempo dure.
¿Remedios? Ninguno a la vista. Los nazionanistas como Tardá seguirán croando polifónicamente desde las charcas de los gobiernos regionales que mantiene en pié la clarividencia del señor Blanco; éste cultivará sus formas de dividir a la sociedad trocando al mero adversario en enemigo despreciable; el alcalde Castro volverá a calificar escatológicamente a los oponentes entre abrazos de sus conmilitones; el profesor Peces Barba seguirá zahiriendo a la Iglesia católica; y el juez Garzón pronto volverá por sus fueros.
Y así seguiremos en la pole position del paro mundial.