Los terroristas vascos vuelven a matar ¿y ahora qué? Como antes, durante y después de la “tregua”, vuelven a romper vidas y haciendas. Escriben con dinamita y muerte los recursos contra las sentencias judiciales que les han proscrito la pasada semana. No dejan espacio para la razón, humillan instituciones, amedrantan a la sociedad… pero…
Pero aún hay quien dice que no se puede dejar sin representación política a cien mil ciudadanos. Aún hay lacayos del poder que hacen la vista gorda porque podrían venir mayores males, como si aún cupieran. Aún preside el gobierno regional de Euskadi un señor al que han de sacarle con fórceps un juicio sobre los últimos golpes, pero que sigue siendo incapaz de mirar a los ojos, dar la mano y su pésame a los mandos militares presentes en la cámara vasca.
Mala suerte la que este país viene teniendo con sus políticos. Un lehendakari que dice sentir “asco” de los etarras mientras sigue queriendo negociar con ellos. Y, el colmo, que llega a acusar al presidente del Gobierno de la Nación de “que negociara con ellos tras el atentado de la T4 lo que no ha estado dispuesto a negociar conmigo”. De villanía tal no se recuerdan precedentes; ni aquel ciudadano llamado Arzallus llegó a tanto cuando reconocía el valor utilitario que el terrorismo tenía para los nacionalistas; aquello de que unos sacuden el árbol y otros recogemos las nueces… Hoy, su discípulo Ibarreche, siempre con ese aire de recién llegado al planeta Tierra, se siente ajeno a cualquier responsabilidad real en este país; incluso en la pequeña circunscripción cuya gobernación tiene constitucionalmente encomendada.
Si en Vitoria sonó así el tañido de las campanas que doblaban por el último patriota asesinado en Santoña, en Madrid otro presidente sacó del armario su gesto más sombrío y con la misma pretendida solemnidad con que aseguraba hace dos años que emprendía negociaciones con los terroristas, comenzaba la semana condenándolos al horizonte único de la prisión, pero sin desdecirse de aquella declaración parlamentaria con que dinamitó en mayo de 2005 el pacto antiterrorista que tenía a ETA al pie de su extinción hace seis años.
¿Y ahora qué? ¿Seguirá el señor Solbes pagando con lo nuestro dinero el voto de los nacionalistas vascos para salvar sus estrambóticos presupuestos del 2009? El autismo del vicepresidente llegó esta semana a niveles difíciles de superar. Su formal declaración de cara a las actas del Congreso, “Nunca hemos negado la crisis”, sólo es homologable a la ausencia de sentido del ridículo de que hizo gala su presidente en Nueva York.
Cuantos vieron sus increíbles manifestaciones sobre la situación económica de España, la envidia que le tienen los presidentes de las repúblicas de Italia y Francia y demás bobadas, siguen aún sin dar crédito a tanta desfachatez puesta en escena con cargo a nuestros impuestos.