Lo difícil de soportar levedad, por no hablar de frivolidad, del presidente del Gobierno no es merecida por este país de ciudadanos bastante más sufridos de lo que pudiera parecer. Su comparecencia en el Congreso para no hablar de la crisis fue penosa, sin más. Su oponente principal, un Rajoy tampoco sobrado de creatividad, tuvo el acierto de resumir la gran cuestión en pocas palabras: ¿para qué ha venido usted aquí?, y de rematar con aquello de que si usted no da soluciones, al menos deje de ser parte del problema.
Cuando vienen mal dadas, y ya han llegado, cualquier persona responsable trata de ajustarse a la realidad y prescindir de lujos superfluos que además de resultar caros desvían la atención sobre las cuestiones realmente vitales; es decir, el comer, dónde dormir, etc. Más o menos, en esa está el común de los españoles.
Pero hay quien va por libre; que no sólo deja de atender sus obligaciones sino que además se inventa una falsa realidad sobre la que pierde su tiempo y el de todos los demás, que acaban por encelarse en el trampantojo que les pone por delante. Se llama Rodríguez Zapatero y ejerce de presidente de Gobierno como si esto, el Reino de España, fuera una pista de circo.
Mal están pecados tan comunes entre políticos que el personal termina por disculpar, como las promesas incumplidas, lo del ascua y la sardina, el escaqueo y demás trapalladas al uso, pero abrir problemas cuando lo que se necesitan son soluciones, dividir a la sociedad, estigmatizar a una parte de ella, incitar a la otra con el peligro de trocar en odio la concordia consagrada en la Constitución hace treinta años… en fin, todo lo que el personaje está poniendo en marcha en el último mes, es imperdonable.
Este señor, que insta a los embajadores a que transmitan al mundo entero la extraña buena nueva de que España goza de buena salud económica cuando está cayendo en recesión, se está convirtiendo en un serio coste para el país.
Su interés está puesto en el paso del tiempo porque alguna vez oyó que al final de los túneles siempre se ve luz. Y mientras, para que la gente se entretenga con promesas estúpidas por obvias, como que habrá desempleo para quienes lo necesiten, como atizándole leña al mono hasta que hable. ¿Aborto?, más progres que nadie; suicidio asistido, ¿para qué perder el tiempo con la eutanasia?; el dinero que haga falta reabrir tumbas y pagar asociaciones en busca de muertos hace más de medio siglo; eliminación de funerales oficiales; los cristos, fuera también.
ZP es un lujo fuera de nuestro alcance.