Hablamos del señor presidente. Lo de anteanoche en su despacho televisivo fue de aurora boreal; la falta de principios elevada a categoría política. Ni un principio medianamente sólido; más allá de aquella proclama marxista, de Groucho: “estos son mis principios, y si no le gustan tengo otros”.
Sigue negando la existencia de una crisis económica mientras crece el paro, los precios no cesan de subir y su propio vicepresidente tiene que rebajar drásticamente, y por segunda vez en tres meses, la previsión de crecimiento. ¿Será la mera ignorancia causa de tamaños dislates? Lo que no puede serlo, ignorancia, es pensar que crece, como dijo, la fortaleza industrial del país, o que no se está destruyendo empleo. Afirmaciones de esa naturaleza son puras mentiras, sin vuelta de hoja.
Es realmente escandaloso el uso que Rodríguez Zapatero hace de la mentira. No le basta edulcorar la realidad cuando se torna amarga, ni desviar la atención al aceite de girasol mientras paga el rescate exigido por piratas o terroristas, que lo mismo da, ante los cañones enfundados de un buque de la armada.
Pero ¿es más grave la carencia de probidad que refleja todo ello, o la de principios, como puso de manifiesto al referirse al chusco, por ser benévolo, rescate del pesquero asaltado por piratas malayos, somalíes o de donde fueran? “No voy a entrar en ese debate”, tuvo el tupé de avisar ante la natural curiosidad por el pago del rescate y, sobre todo, por la impunidad de los asaltantes.
Hay que ser “original” para cifrar la excelencia de un Gobierno en la circunstancia de tener más mujeres que hombres. No en la idoneidad de titulares como el de Sanidad o la de Fomento, por citar a un hombre y una mujer; no. Simplemente más mujeres por vez primera en la historia. Ese es el principio clave: originalidad. Tiene otros: como la ley del mínimo esfuerzo, o el shakesperiano “así es si así os parece”.
Siendo todo ello malo, tal vez sea aún peor que todo ello quede impune. ¡Ay oposición, cuántas tropelías se cometen en tu ausencia!