La gran cuestión sobre la asignatura de marras es cómo y quién la impartirá en el País Vasco; ahí debería centrarse el debate político. No hay indicios de que allí, como en Cataluña o Galicia, y podríamos seguir por las Baleares, las autoridades autonómicas, que son las responsables de la Educación, tengan criterios homologables con los que rigen en el resto del país sobre lo que significa la ciudadanía y el alcance de sus pautas y normas de comportamiento. Para empezar, ni siquiera sabemos a qué reducirán el ámbito territorial en que la persona deba comportarse como un buen ciudadano. ¿Será lícito despanzurrar autobuses en Málaga pero no en Baracaldo, por poner?
Más a fondo, ¿piensa el señor presidente del Gobierno, el líder de la oposición, o el mismísimo cardenal primado, que en las ikastolas y otros centros docentes públicos o concertados vascos los niños van a salir sabiendo algo de la Constitución, o simplemente que son españoles, tanto como los andaluces o madrileños? Si así lo creen, que Dios les conserve la imaginación; y si no, abran el melón por ahí en vez de enzarzarse con argumentos de otra naturaleza sobre la que no caben puntos de encuentro cuando una de las partes trata de liquidar a la otra.
Hay una falacia implícita cuando desde el Gobierno se arguye que asignaturas como ésta se imparten en los países de nuestro entorno. Para rebatir el argumento no es preciso repasar una a una las demás democracias; basta con saber que en ninguna otra está puesto en duda el ser de la nación como en nuestro caso hoy lo está. Estupideces de curso legal, incluso patrocinadas desde el mismísimo gobierno central y su partido, como eso de que “España es una nación de naciones” no se usan ni en los sistemas políticos federales.
Es lo que tienen los juegos en que se embarcan los aprendices de brujo. ¿Quién para las escobas puestas en danza? Si durante los mandatos de nacionalismos tildados de “moderados”, el vasco o el catalán, los sistemas educativos de ambas regiones han producido en veinticinco años lo que hoy estamos viendo, no caben demasiadas dudas sobre lo que pueda ocurrir ahora, cuando los “moderados” han sido sobrepasados por sus frutos, los radicales llámense HB o ERC.
La llamada Educación para la Ciudadanía será una asignatura a la medida de cada afán centrifugador, tanto del Estado como de la conciencia histórica nacional. Y eso no se lo merece el futuro de este país llamado España, ni sus ciudadanos.