Circo y guillotina

¿Justicia?

Y en medio del ensordecedor runruneo provocado por los chorizos –corruptos suena casi elegante en casos como el de González y su banda de golfos apandadores- Iglesias salta a la pista, ve el trapecio oscilar vacío allá arriba bajo la lona y se hace con la cuerda para escalar hasta la cumbre. Pero ¡ay! al cabo de un par de metros, la gran costalada.

Su último asalto a los cielos causó estupefacción en todo el hemiciclo. Pero tuvo sus minutos de gloria, sus telediarios, sus tertulias radiadas, sus redes sociales… que es de lo que se trata. Siempre.

El circo es el terreno natural de los podemitas; circo tipo Manolita Chen más que Ringlin Bross, tramoyas de andar por casa y ajados disfraces; payasadas, las necesarias para marcar territorio. Cuestan caros, casi tanto como los chorizos de cada día, pero nadie les llamará corruptos; cuentan con la calle que grita, que no es toda pero sí la única que se hace oír.

Trabajan, eso sí y denodadamente, para destrozar el país prendiendo fuegos que los chorizos se encargan de alimentar con la ira provocada por sus escándalos.

Porque estamos a más de veinte siglos de distancia que si no abrirían circos como los de la Roma clásica, donde los enemigos de la deidad imperial eran sometidos a las llamas cuando faltaban leones. Es una de las lacras recurrentes en la historia de la humanidad, con sus plazas abiertas a la picota de la Inquisición o a la guillotina de la Revolución, campos de exterminio nazis… o las llamadas redes sociales de nuestros días.

En la sociedad de la información un cáncer está haciendo metástasis: la malversación de derecho a la libertad de expresión. Claro que nuestra Constitución reconoce y protege el derecho “a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción” (Art. 20.1.a.) y “a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión” (Art. 201.d.). Como poco antes  “garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen” (Art. 18.1).

Pero los hechos son como son y no como pudieran parecer. Hace cosa de un siglo, C.P. Scott, gran periodista británico, liberal,  sentenció aquello que los grandes diarios internacionales mantienen como lema: Comment is free but facts are sacred.

De ese Mar de los Sargazos que llamamos redes sociales nacen a diario no sólo opiniones, libres mientras no atenten contra otras libertades, sino hechos sin contraste alguno. Desde el anonimato, ajenos a cualquier forma de rendición de cuentas, hoy pueden ejecutarse sentencias de muerte civil como en la Place de la Concorde parisina el invento del cirujano Guillotin despachaba cabezas ante un público enfebrecido por el gobierno revolucionario del Terror. Entre otras 1.700, las de los reyes Luis XVI y María Antonieta.

Y, por cierto, también la de su gran promotor, el propio Robespierre cuando el golpe de Termidor puso fin al Terror.

Así es (si así os parece), como Pirandello tituló su farsa filosófica.

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Posted jueves, abril 27th, 2017 under Política.

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